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Monday, April 26, 2010

LA MADRE Y LOS HERMANOS DE JESUS

LA MADRE Y LOS HERMANOS DE JESÚS.

LECTURA: Lucas 8:19-21



19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

VERDAD CENTRAL:
Los lazos de sangre no transmiten ningún provecho espiritual.

INTRODUCCIÓN:

En el mundo en que vivimos es muy frecuente encontrar personas que hacen uso de sus posiciones de privilegio para otorgar favores especiales a sus parientes cercanos. Hay gobernantes que se valen de sus puestos de eminencia para favorecer a sus seres queridos. Algunos jóvenes irreflexivos cometen a menudo abusos en contra de la ley amparándose en el hecho de poseer algún familiar cercano que está en cierta posición pública que les favorece. Y, así, el mundo va creando en las personas la impresión de que los lazos de sangre pueden brindar una gran ventaja para los momentos de necesidad. Llevados por esta creencia muchos piensan que en el campo espiritual ocurrirá de la misma manera. Sin embargo, pasajes de las Escrituras como el que ahora vamos a considerar nos enseñan que la verdad es muy diferente.

CUERPO:


1- Los lazos de sangre no brindan ninguna ventaja espiritual. El relato que ahora nos ocupa presenta una ocasión en que la familia de nuestro Señor le buscaba. Pero, cuando le hallaron "no podían llegar hasta Él por causa de la multitud" (v.19). Imaginando que el Señor Jesús tendría hacia ellos alguna atención especial por tratarse de su familia, le mandaron a decir: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte" (v.20); pensando que con ello el Señor Jesús interrumpiría su enseñanza para atenderles. Al igual que la madre y hermanos de Jesús, existen hoy muchas personas que esperan recibir de Dios un trato especial tan sólo porque, a lo mejor, son familiares de algún cristiano verdadero. Hay hijos que se sienten muy confiados ante Dios por el hecho de poseer una madre piadosa que creen les podría representar alguna ventaja en el día del juicio final. Otros se fían de tener un hermano Pastor, o un tío evangelista, o una hermana que canta himnos cristianos. Pero todas estas personas, al igual que la familia del Señor Jesús se asombrarán al darse cuenta que los lazos de sangre no tienen ningún valor cuando se trata de realidades espirituales. (1) En el día postrero cada uno será juzgado de acuerdo a sus obras y nada importará quienes hayan sido sus parientes. Guardemos, pues, como un precioso tesoro esta sabia verdad para que en el día en que seamos juzgados no vayamos a sufrir una decepción.



2- Lo que importa es la obediencia a la palabra. Cuando el Señor Jesús escuchó que sus familiares le buscaban y que querían usar su parentesco para obtener su atención se nos dice que Él "respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen" (v.21). Con esta importante declaración el Señor Jesús no pretendía en ninguna manera herir los sentimientos de sus parientes en la carne; pero sí deseaba dejar muy en claro el hecho de que lo que de verdad tiene valor cuando se trata de las cosas de Dios es la atención que prestemos a su palabra y el empeño que pongamos por obedecerla. Cuando se trata de los asuntos del Reino y de nuestra relación con Él, los lazos de parentesco y de familiaridad se vuelven completamente inútiles. La lección encierra para nosotros, a la vez, una verdad muy consoladora y es que aunque estemos, según la sangre, muy lejos de la

(1) Relaciones espirituales: Mateo 15:20; Romanos 8:17; Efesios 3:15; Hebreos 2:11.

Familia de Israel; no obstante, a través de oír y hacer la Palabra de Dios podemos llegar a ser tan cercanos a Cristo como su misma madre o sus mismos hermanos. (1) Por esa razón es que, ahora, en Cristo, ya no hay ninguna ventaja en tener una u otra nacionalidad. Esto no tiene ya ninguna importancia, lo que ahora vale es que obedezcamos a la Palabra de Dios y, así, seremos considerados como los seres más cercanos al Salvador. Todo lo demás en que se quiera confiar no es más que arena movediza.


APLICACIÓN:

A la luz del estudio de este día debemos hacer un examen sincero y detenido de nuestra posición ante Dios. Preguntémonos: ¿En qué hemos estado confiando? ¿En algún lazo de familia? ¿Quizás en tener una madre que es toda una mujer de oración? ¿Creemos que en el día final Jesús tendrá hacia nosotros algún tipo de favoritismo? Recordemos que cuando el juicio de Dios venga, "estarán dos en el campo; el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino, la una será tomada, y la otra será dejada" (Mt. 24:40-41). Lo único que establecerá, entonces, la diferencia será el haber vivido de acuerdo a las normas de la Biblia. Dios no nos interrogará en ese día acerca de nuestra genealogía, sino hasta qué punto fuimos fieles y hasta qué medida acatamos sus mandamientos. En vista, pues, de esta verdad que las Escrituras nos presentan, será mejor que ya no nos apoyemos más en vanas esperanzas y comencemos a poner por obra la Palabra de Dios. Este es el único fundamento sólido sobre el que podemos edificar la esperanza de nuestra salvación.

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